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5 DE Septiembre DE 2012 | JUGANDO SE APRENDE

Museo del juguete de San Isidro

Dan ganas de sentarse a jugar con tantas pequeñas tentaciones. Los de hace algunas décadas, los de antes y los de siempre, de todos los materiales y colores, todos están allí.

El Museo del Juguete de San Isidro se inauguró el 16 de julio de 2011, depende de la Dirección de Cultura de San Isidro, y es una institución pensada para los niños y niñas, y para sus familias. La propuesta museológica desarrolla temas como el juego tradicional y popular, la capacidad de jugar sin juguetes industriales, la historia de los juguetes, la relación del juego y los juguetes con la infancia, los derechos de los niños y niñas, la variedad de temas que representan los juguetes, los modos en que los juguetes reflejan la sociedad.


Creado con la premisa de que jugando se aprende, el museo cuenta con una variada colección de juguetes y un montaje inspirado en el mundo de la infancia. No se trata de una exhibición inmóvil y sería paradójico que lo fuera: la propuesta incluirá talleres de juguetes caseros, tecnología y arte, actividades que favorezcan la integración y espacios que permitan aprender mientras se juega.

La directora de Cultura de San Isidro y encargada de la puesta en marcha y coordinación del proyecto, Eleonora Jaureguiberry; el responsable del diseño del montaje, Patricio López Méndez, y varios colaboradores armaban avioncitos de papel cuando La Nacion llegó a recorrer el museo. Cada uno aportaba "su" modelo para elegir el prototipo que, en escala gigante, recibirá desde las alturas a quienes atraviesen la puerta.

La directora de Cultura explicó que la idea nació hace muchos años, cuando el médico Jorge Meijide presentó la iniciativa al intendente Gustavo Posse. Más tarde, el coleccionista Ricardo Olivera Wells aportó muchas piezas de valor. "No es un museo de coleccionistas ni para mostrar juguetes antiguos, sino un museo interactivo, con actividades y una reflexión sobre la niñez", dijo.

Jaureguiberry explicó que una de las claves del lugar, acaso la fundamental, es la integración: "Entre generaciones, ya que vendrán abuelos, padres e hijos a contarse entre sí cómo jugaban, y también social, porque la intención es que vengan chicos de todos los barrios a jugar".

En una preciosa casa dentro del parque Arenaza, la ubicación del museo es por demás simbólica. Allí funcionaba un instituto de menores y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación cedió el predio a la Municipalidad de San Isidro, para crear un espacio dedicado a los chicos.

El museo, de 500 metros cuadrados cubiertos (5000 en total con los espacios verdes), alberga 500 piezas.
La niñez, el derecho a jugar y los mundos que va creando la imaginación están presentes en la filosofía del lugar. "Contamos el modo en el que los juguetes transmiten roles de la vida en sociedad, maneras de estar en el mundo y de ver al mundo. El museo tiene como objetivo generar espacios donde los chicos puedan crear y crecer", dijo Jaureguiberry. El guión museológico y la curaduría es de Daniela Pelegrinelli.

Los chicos podrán dejar sus mochilas en un guardarropas en forma de panel de abejas y apenas entran, ven, a lo largo de cinco paneles, que el juego estuvo presente en toda la historia de la humanidad.

La segunda sala se llama "Jugar con todo, jugar con nada" y exhibe juegos de calle y de vereda, como patines, carritos de rulemanes y patinetas, hasta trompos, zancos, baleros y juguetes con los que se jugaba en las calles, como bolitas, figuritas o payanas. Una rayuela pintada en el piso invita a animarse.

"Construir, destruir" es el nombre de la tercera sala. En un sector, hay enormes cubos que contienen toda clase de juegos de construcción: mecanos, ladrillitos, maderas. En otro, juguetes bélicos, armas y soldaditos muestran escenas de guerra. Y una construcción de ladrillos enormes contiene muñecas antiguas, juegos de arrastre y bebotes de antaño.

La cuarta sala se llama "El universo, mi casa" y habla de las posibilidades de viajar sin salir de casa que aporta el juego. Vitrinas con rodados de todas las épocas. Autos, trenes, camiones conviven con una escena hogareña que es la envidia de las nenas de todos los tiempos: desde una cocina alemana de los años 20 hasta la eterna Barbie, todo está allí.

Hay piezas valiosas, como juguetes de hojalata litografiada Matarazzo, muñecas Marilú, juegos como El Constructor Infantil o el inglés Meccano y un ejemplar en perfecto estado del célebre Sulky Ciclo.

La última sala se refiere al trabajo y al ocio. Herramientas, carros, mínimos talleres de costura y bordado y un diminuto atelier de modista se ubican frente al mundo del entretenimiento: juegos de mesa, loterías, caballitos de carrera, billar, títeres, cartas y metegol. Es decir, de todo para jugar. Y soñar.



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